lunes, noviembre 14, 2005

Los odio con odio jarocho

A ver, a ver primero que nada ¿por qué diablos esta singular frasecillas de "te odio con odio jarocho? Hasta donde yo me acuerdo surgió desde los tiempos del Ratón Crispín o...de Lagrimita. En fin, no lo tengo claro pero que ¿acaso los veracruzanos son los maestros del odiaje? ¿No hay algún otro paisano que pueda odiar con tal intensidad que rebase ese sentir iracundo y jarocho?

Bueno, bueno ya basta de apuntes epistemológicos, dejémonos de intentos para desentrañar el significado real de las frases de este nuestro imaginario requetemexicano y prosigamos con el asunto que en esta ocasión nos concierne.

He de confesar que estoy un poco alterada porque ya no sé si, una vez más, la amargura ha posado sus aletas sobre mi o si los años han construido una barrera infranqueable entre yo y los insoportables puebertos. Sí, esos adolescentoides que caminan por la calle en "bolita" y que en los microbuses y peceros se hacen presentes mediante empellones y comentarios a todo volumen.

En estos casos los tolero, pero últimamente parece que tengo un letreto en la espalda en el que se solicita la grata compañía de dichos energúmenos cada que voy a lugares donde el silencio, si bien no es una ley, es indispensable para disfrutar el viaje personal que cada quien experimenta al disfrutar algún espectáculo de corte cultural.

Que si voy al teatro, ahí está la bola de chamacos que asisten a ver la obra por obligación. Que si voy a deleitar mis oídos con una lectura en voz alta realizada por el mismísimo autor, hay un auditorio de diez personas de las cuales ocho son alumnos prepotentes de alguna escuelita particular que les interesa todo menos lo que el escritor está diciendo. Risas sardónicas, chiflidos, bostezos y demás expresiones son proferidas por estos tremendos personajes del asfalto.

Ya no voy a decir más, tan sólo imploro a los profesores de primaria, secundaria, preparatoria y licenciatura (sí también) que no manden a sus australophytecus a lugares de los que ni el nombre saben. Sin embargo como estoy segura que ningún maestro me leerá, les pido a ustedes amigos que si algún día exploran eso de la docencia no pequen de esto.

6 comentarios:

Chitiva dijo...

Yo por eso los mandaré a las luchas libres, al metro en las horas pico y a tomar fotos en semana santa a Iztapalapa.
Pa que se cultiven y luego que vayan por gusto a estos lugares.

Ah que pubertos!!

Saludillos

Gade Herrera dijo...

escúpales en la cara, insúlteles con palabras altamente ácidas, dígales iletrados, vuelvales a escupir.. y después corra porque usted va sola y ellos en bola.

Manuel Dávila Galindo Olivares dijo...

No era de un personaje de Luis de Alba?

Chinísima dijo...

Sí, sí, sí!!! Los profes tienen la culpa; avientan a los chamacos na' más a lo wey... Nadie les enseña las reglas básicas de comportamiento en lugares públicos.

Y resulta que por "obligación" todo es peor, y sólo copian, toman dictado, se apañan los folletos, trípticos y todo eso... Son como autómatas.

Espero no sonar como anciana, a penas cumplí mis 22; pero, me cae, los pubertos de ahora ya no respetan ni a su madre, jajaja.

Saludos indignados!!!

Anónimo dijo...

Las pancartas que gritaban tu nombre duermen un sueño que fue ígneo y que toda pancarta tiene: fueron fogata y después cenizas que se esparcieron cual renegridas almas en pena por la ciudad, buscándote.
Sólo que estos gritos portátiles nunca cumplieron su función: nunca te recibieron.
Su corta vida fue infeliz y corta.
Ni modo.

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