viernes, septiembre 30, 2005

¡Cáspíta! ¡Recórcholis! ¡Demonios!

No, el título de este post no es un homenaje a la tiras cómicas gringas de antaño como Archie u otras que ahora no recuerdo, ni siquiera tiene un afán morboso de fomentar la carcajada en ninguno de ustedes. No vayan a creer que por no desearles la risa, soy una amargosita. La amargura es un estado intermitente en mi persona. La persona soy yo. Yo no tengo clase, ni tendré alguna otra en lo que resta de la mañana (ver la hora en que fue editado este post). La mañana está nublada y fría. Frias las manos con que estoy escribiendo este escrito incómodo. Incómodo se sintió mi profesor-asesor de tesis Alberto Dallal. Alberto Dallal es uno de los mejores teóricos de danza en México. México siempre fiel. Fiel soy a mi novio. Mi novio aún no llega y yo no tuve clase. La clase de las 7 se suspendió por un rabieta de Dallal al observar que casi ninguno de sus alumnos había llegado. Llegadas las 11 no sé si iré al psicológo o bien al Taller Coreógrafico. El Taller Coreográfico es el tema de mi tesis. ¡Mi tesis! ¡Me desperté temprano para nada! Nada es esto que ahora escribo. Escribo malhumorada desde el laboratorio de cómputo de la escuela. Escuela,escuela,escuela, escuela, escue, esc, es....................................

lunes, septiembre 19, 2005

¡Échate tu afrodisiaco bibliosexual!

¡Chales! (en honor a Gade, por aquello de sus palabras iniciales en cada comentario) yo sí que tengo una chabacana suerte para toparme con cada depravado que ¡qué barbaridad! No sabía si lanzarme a escribir sobre esta membrilla experiencia, porque ya había narrado una, sí aquella acaecida en la sala de la cineteca, pero bueno, todo sea por la seguridad de las futuras compañeras que acudan a su biblioteca más cercana.

Todo comenzó aquel miercoles 14 de septiembre. Me presenté puntual por la mañana para extirpar toda aquella util bibliografía para mi tesis. ¿Dónde? En la biblioteca central. Después de una ardua selección de material hemerográfico y de libros, ascendí al tercer piso con la finalidad de continuar con la búsqueda minuciosa. Me interné, silenciosamente, en uno de los angostos pasillos y sólo pasaron dos minutos cuando me percaté de que a mi costado, un extraño muchacho con aires de nerd dizque buscaba intensosamente algún libraco.

En principio, no le puse mucha antención, sino hasta que me di por aludida al sentir su cercanía, pues su rostro estaba a sólo algunos centimetros de mis extremidades inferiores. ¿Qué, qué, qué? De modo que me alejé furiosamente, sus ojos habían violado la intimidad de mis piernas. Lo odié, me dio asco.

Y eso que sólo me había mirado. Tonta de mi, ya me decía mi abuelita "ay chamaquita no me digas que vas a salir con ese pedazo de tela". Reflexioné sobre el largo de mi falda, pues si nomás me llegaba arriba de las rodillas como aquellas de la secundaria. Total, que por unos segundos me reproché mi atuendo poco apropiado para acudir a una biblioteca a levantar pasiones.

Pero, ¿cuál fue mi sorpresa? al ver que el chamaco dizque estudiante, dizque lector, dizque universitario, andaba de pasillo en pasillo agachandose para descubrir entre los pequeños espacios de los anaqueles a una que otra señorita desprevenida que hiciera alguna posición sugerente, que no sexual para su mente enferma.

No es que sea una persignada o algo así por el estilo, pero estarán de acuerdo conmigo en que hay lugares para la bonita excitación, o incluso hay personas. Eso de andar mostrando los "aquellitos" en pleno despertar a las muchachitas serias y recatadas, por las instalaciones de las bibliotecas no es como que muy antojable. Bueno, quizás sí, pero mmmm...bueno...ejem, en otras circunstancias ¿no creen?

En fin, lo peor no fue nada de esto que les acabo de contar, sino que hoy fuí también y el maldito pervertido estaba rondando por ahí, en busca de nuevas pollitas que sacien su insatisfecho deseo carnal. Así que ya saben mujeres, si alguien se les arrima con sospechosísmo ¡aguas! y para los hombres pus igual.

martes, septiembre 06, 2005

¿Y los comunicólogos?

La llegada se tornó un poco dificilosa, llovisteaba y ni los Pumas ni los taxis sabían su paradero. Había que caminar dos kilómetros para llegar al famoso lugar. La cola iba de una esquina a otra. La afamada Feria del Empleo 2005 abría sus puertas a miles de jóvenes trajeados y ataviados en tonos oscuros.

Llegué con media hora de retraso. Con eso de los nuevos cambios en la circulación concerniente a la zona cultural y de institutos, nomás toda la gente anda atarantada, bueno con decirles que hasta hice una amiga administradora que como yo estaba perdida y buscaba la dichosa entrada de aspirantes.

Pues para no hacerles el cuento más largo, arrivé a la feria y tan pronto como lo hice, me percaté de que era la única que portaba tenis viejitos, calcetas rosas de corazones fosforescentes, falda de mezclilla y mochila azul chiclamino. ¡Recórcholis! Todo ente que entraba parecía pertenecer al mismo lugar de reclutamiento, todos de traje sastre y cuando no, chamarrita de gabardina y zapatito recién boleado.

Hasta este momento, la sorpresa era mínima. Cual fue mi terror al ver que adentro del lugar había un hormiguero de seres extraños con gel en los pelos, corbata y un dedo de frente repartiendo currículums por doquier. El espanto se incrementó al observar que todos los reclutantes buscaban auxiliares contables, oficinistas, contadores, ingenieros, capturistas y demás.

Salí con las cinco copias de mi curriculum con las que había llegado, un pesar en el corazón...ah pero eso sí degustando un "aljoforje" o algo así dijo la seño que me lo vendió y una pregunta constante: ¿y los comunicólogos? ¿acaso nadie los solicita? En fin, sólo un delicioso pastelillo me quedó de souvenir este martes infructuoso en el empleo.